El Subrayado y La Línea de Tiempo Como Estrategias Para Inferir Textos
Leamos el siguiente texto:
TEXTO A
La mujer se
despertaba cuando todavía estaba oscuro, como si pudiera oír al sol llegando
por detrás de los márgenes de la noche. Luego, se sentaba al telar. Comenzaba
el día con una hebra clara. Era un trazo delicado del color de la luz que iba
pasando entre los hilos extendidos, mientras afuera la claridad de la mañana
dibujaba el horizonte.
Durante la mañana,
la mujer tejía un largo tapiz que no acababa nunca. Ponía en la lanzadera
gruesos hilos del algodón más cálido, y el sol se volvía demasiado fuerte y los
pétalos se desvanecían en el jardín. La artesana elegía entonces rápidamente un
hilo de plata que bordaba sobre el tejido con gruesos puntos. Al rato, una
lluvia suave llegaba hasta la ventana a saludarla.
Si durante muchos
días el viento y el frío peleaban con las hojas y espantaban los pájaros,
bastaba con que la joven tejiera con sus bellos hilos dorados para que el sol volviera
a apaciguar a la naturaleza. De esa manera, la muchacha pasaba sus días cruzando
la lanzadera de un lado para el otro y llevando los grandes peines del telar para
adelante y para atrás.
Cuando tenía hambre,
tejía un lindo pescado, poniendo especial cuidado en las escamas. Y rápidamente
el pescado estaba en la mesa, esperando que ella lo comiese. Si tenía sed,
entremezclaba en el tapiz una lana suave del color de la leche. Por la noche,
dormía tranquila después de pasar su hilo de oscuridad.
Pero tejiendo y
tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que se sintió sola, y pensó que sería
bueno tener un esposo. Comenzó a entremezclar en el tapiz las lanas y los
colores que le darían compañía. Poco a poco, su deseo fue apareciendo: sombrero
con plumas, rostro barbado, cuerpo armonioso, zapatos lustrados. Cuando estaba
a punto de tramar el último hilo de la punta de los zapatos, el joven llegó a
su puerta, se quitó el sombrero y fue entrando en su vida. Aquella noche,
recostada sobre su hombro, la mujer pensó en los hijos que tendría para que su
felicidad fuera mayor.
Y fue feliz por
algún tiempo. Si el hombre había pensado en tener hijos, pronto lo olvidó. Una
vez que descubrió el poder del telar, solo pensó en todas las cosas que podía
tener.
“Necesitamos una
casa mejor”, le dijo a su mujer. Y a ella le pareció justo, porque ahora eran
dos. Él le exigió que escogiera las más bellas lanas color ladrillo, hilos
verdes para las puertas y las ventanas, y prisa para que la casa estuviera
lista lo antes posible. Pero una vez que la casa estuvo terminada, no le
pareció suficiente.
“¿Por qué tener una
casa si podemos tener un palacio?”, preguntó. Ordenó inmediatamente que fuera
de piedra con terminaciones de plata. Día tras día trabajó la mujer tejiendo
techos y puertas, patios y escaleras, y salones y pozos. Afuera caía la nieve,
pero ella no tenía tiempo para llamar al sol. Cuando llegaba la noche, ella no
tenía tiempo para rematar el día. Tejía y entristecía mientras los peines batían
sin parar al ritmo de la lanzadera.
Finalmente, el
palacio quedó listo. Y entre tantos ambientes, el esposo escogió para ella y su
telar el cuarto más alto, en la torre más alta. “Es para que nadie sepa lo del
tapiz”, dijo. Y antes de retirarse le advirtió: “Faltan los establos. ¡Y no
olvides los caballos!”.
La mujer tejía sin
descanso los caprichos de su esposo, llenando el palacio de lujos, los cofres
de monedas, las salas de criados. Y tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo
en que le pareció que su tristeza era más grande que el palacio, con riquezas y
todo. Y por primera vez pensó que sería bueno estar sola nuevamente.
Solo esperó a que
llegara el anochecer. Se levantó mientras su esposo dormía soñando con nuevas
exigencias. Descalza, para no hacer ruido, subió la larga escalera de la torre
y se sentó al telar. Tomó la lanzadera al revés y, pasando velozmente de un
lado para otro, comenzó a destejer su tela. Destejió los caballos, los
carruajes, los establos, los jardines, los criados y al palacio con todas sus
maravillas. Y nuevamente se vio en su pequeña casa y sonrió mirando el jardín a
través de la ventana.
La noche estaba
terminando, cuando el esposo se despertó extrañado por la dureza de la cama.
Espantado, miró a su alrededor. No tuvo tiempo de levantarse. Ella ya había
comenzado a deshacer el oscuro dibujo de sus zapatos y él vio desaparecer sus
pies, esfumarse sus piernas. Rápidamente la nada subió por el cuerpo, tomó el pecho
armonioso, el sombrero con plumas.
Entonces, como si
hubiese percibido la llegada del sol, la mujer eligió una hebra clara. Fue
pasándola lentamente entre los hilos, con alegría, como un delicado trazo de
luz que la mañana repitió en la línea del horizonte.
Fuente: https://evaluaciondocente.perueduca.pe/nombramiento2018/nombramientoinstrumentos/pdfs/C02-EBRI-12%20EBR%20Nivel%20Inicial.pdf
Características del
texto A
El texto presentado
es un texto narrativo de ficción. Se cuentan una serie de hechos ocurridos en
un espacio (la casa de la mujer) y en un tiempo (durante su tejido en el telar),
protagonizados por un personaje principal (la mujer) y personajes secundarios (el
esposo, los hijos).
Estrategias para
deducir inferencias globales
Subrayado
Una de las
estrategias más conocidas es la del subrayado. Esta consiste en resaltar las ideas
más importantes del texto, esto es, aquellas que revelan su esencia y sin las
cuales no podríamos construir el sentido global del texto. Sin embargo, hay que
asegurarnos de que realmente estamos seleccionando las ideas más relevantes,
porque de lo contrario no estaríamos discriminando entre las ideas principales
y las ideas secundarias.
En el caso de los
textos narrativos, para destacar la información más importante subrayamos
palabras clave u oraciones relevantes de la historia, correspondientes a:
1. Personajes y sus características más relevantes.
2. Secuencia de hechos importantes.
3. Desenlace.
A continuación,
ofrecemos un ejemplo de subrayado del texto que acabamos de leer:
Texto subrayado
La mujer se despertaba cuando todavía estaba oscuro, como si pudiera oír al sol llegando por detrás de
los márgenes de la noche. Luego, se
sentaba al telar. Comenzaba el día con una hebra clara. Era un trazo
delicado del color de la luz que iba pasando entre los hilos extendidos,
mientras afuera la claridad de la mañana dibujaba el horizonte.
Durante la mañana, la mujer tejía un largo tapiz que
no acababa nunca. Ponía en la lanzadera
gruesos hilos del algodón más cálido, y el sol se volvía demasiado fuerte y los
pétalos se desvanecían en el jardín. La artesana elegía entonces rápidamente un
hilo de plata que bordaba sobre el tejido con gruesos puntos. Al rato, una
lluvia suave llegaba hasta la ventana a saludarla.
Si durante muchos
días el viento y el frío peleaban con las hojas y espantaban los pájaros, bastaba con que la joven tejiera con sus
bellos hilos dorados para que el sol volviera a apaciguar a la naturaleza.
De esa manera, la muchacha pasaba sus días cruzando la lanzadera de un lado
para el otro y llevando los grandes peines del telar para adelante y para atrás.
Cuando tenía hambre, tejía un lindo pescado, poniendo especial cuidado en las escamas. Y
rápidamente el pescado estaba en la mesa, esperando que ella lo comiese. Si tenía sed, entremezclaba en el tapiz
una lana suave del color de la leche. Por la noche, dormía tranquila después de
pasar su hilo de oscuridad.
Pero tejiendo y
tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que se sintió sola, y pensó que sería bueno tener un esposo.
Comenzó a entremezclar en el tapiz las lanas y los colores que le darían compañía.
Poco a poco, su deseo fue apareciendo: sombrero con plumas, rostro barbado,
cuerpo armonioso, zapatos lustrados. Cuando estaba a punto de tramar el último
hilo de la punta de los zapatos, el joven llegó a su puerta, se quitó el
sombrero y fue entrando en su vida. Aquella noche, recostada sobre su hombro, la mujer pensó en los hijos que tendría
para que su felicidad fuera mayor.
Y fue feliz por algún tiempo. Si el hombre
había pensado en tener hijos, pronto lo olvidó. Una
vez que descubrió el poder del telar, solo pensó en todas las cosas que podía
tener.
“Necesitamos una casa mejor”, le dijo a su mujer. Y a
ella le pareció justo, porque ahora eran
dos. Él le exigió que escogiera las más bellas lanas color ladrillo, hilos
verdes para las puertas y las ventanas, y prisa para que la casa estuviera
lista lo antes posible. Pero una vez que la casa estuvo terminada, no le
pareció suficiente.
“¿Por qué tener una casa si podemos tener un
palacio?”, preguntó. Ordenó inmediatamente
que fuera de piedra con terminaciones de plata. Día tras día trabajó la mujer
tejiendo techos y puertas, patios y escaleras, y salones y pozos. Afuera caía la nieve, pero ella no tenía
tiempo para llamar al sol. Cuando llegaba la noche, ella no tenía tiempo para
rematar el día. Tejía y entristecía mientras los peines batían sin parar al
ritmo de la lanzadera.
Finalmente, el
palacio quedó listo. Y entre tantos ambientes, el
esposo escogió para ella y su telar el cuarto más alto, en la torre más
alta. “Es para que nadie sepa lo del tapiz”, dijo. Y antes de retirarse le
advirtió: “Faltan los establos. ¡Y no
olvides los caballos!”.
La mujer tejía sin descanso los caprichos de su esposo, llenando el palacio de lujos, los cofres de monedas,
las salas de criados. Y tejiendo y tejiendo, ella
misma trajo el tiempo en que le pareció que su tristeza era más grande que el
palacio, con riquezas y todo. Y por
primera vez pensó que sería bueno estar sola nuevamente.
Solo esperó a que llegara el anochecer. Se levantó
mientras su esposo dormía soñando con nuevas exigencias. Descalza, para no hacer ruido, subió la larga
escalera de la torre y se sentó al telar. Tomó
la lanzadera al revés y, pasando velozmente de un lado para otro, comenzó a
destejer su tela. Destejió los caballos, los carruajes, los establos, los
jardines, los criados y al palacio con todas sus maravillas. Y nuevamente se
vio en su pequeña casa y sonrió mirando el jardín a través de la ventana.
La noche estaba terminando, cuando el esposo se
despertó extrañado por la dureza de la cama. Espantado, miró a su alrededor. No
tuvo tiempo de levantarse. Ella ya había comenzado a deshacer el oscuro dibujo
de sus zapatos y él vio desaparecer sus pies,
esfumarse sus piernas. Rápidamente la nada subió por el cuerpo, tomó el pecho
armonioso, el sombrero con plumas.
Entonces, como si hubiese percibido la llegada del
sol, la mujer eligió una hebra clara. Fue pasándola lentamente entre los hilos,
con alegría, como un delicado trazo de luz que la mañana repitió en la línea
del horizonte.
Línea de tiempo
Una forma de
organizador gráfico que nos permite reconocer los hechos más importantes es una
línea de tiempo en la que aparezcan las acciones más relevantes:
Por ejemplo:
1. La mujer tejía un
largo tapiz. Cuando tejía hilos de plata, aparecía la lluvia, y cuando tejía
hilos dorados, el sol.
2. La mujer tejía pescado y leche: aparecía pescado y
leche.
3. La mujer quiso un esposo y lo tejió, así que este
apareció por la puerta. Luego, los hijos.
4. El esposo quiso una mejor casa; después, un palacio.
5. La mujer no
tenía tiempo para llamar al sol ni para rematar el día con su tejido. El esposo
ambicionaba aún más: cuartos, establos, lujos, cofres, una sala de criados.
6. La mujer pensó
que era mejor volver a estar sola. Esperó la noche para destejer todas las
cosas de la casa.
Destejió al esposo
y este comenzó también a desaparecer. Y tejió más bien, con una hebra clara, la
línea del horizonte con que amaneció.
Ahora te toca a ti:
Aplicando las
estrategias mencionadas nos resultará más sencillo extraer una secuencia de
acciones u ordenar hechos:
A continuación,
realicemos una actividad sobre el texto A.
¿Cuál de las
siguientes alternativas presenta una secuencia de acciones que se ajusta
cronológicamente al contenido del texto?
Alternativas
a. El esposo de la
tejedora pidió un palacio. – La tejedora destejió los jardines y criados que
pidió su esposo. – El esposo de la tejedora le dijo que faltaba hilar los establos.
b. Un joven llegó a la puerta de la tejedora. – La
tejedora usó hilos verdes para las puertas de su nueva casa. – La tejedora
subió descalza la larga escalera de la torre.
c. La tejedora tomó su lanzadera al revés. – El esposo
de la tejedora despertó por la dureza de la cama. – La tejedora sonrió mirando
el jardín detrás de la ventana.
Fuente: https://evaluaciondocente.perueduca.pe/nombramiento2018/nombramientoinstrumentos/pdfs/C02-EBRI-12%20EBR%20Nivel%20Inicial.pdf
¿Qué alternativa elegiste?
Retroalimentación
Si marcaste la alternativa
a)
Los dos primeros
hechos están en orden y se encuentran en el sétimo y undécimo párrafo. Pero el
último hecho está antes del segundo (octavo párrafo). Por lo tanto, no hay un
orden en los hechos.
Si marcaste la alternativa
b)
Es la respuesta
correcta. La secuencia se encuentra en el quinto, el sétimo y el undécimo
párrafo, en ese orden.
Si marcaste la alternativa
c)
Los dos primeros
hechos están en orden y se encuentran en el undécimo y duodécimo párrafo. Pero
el último hecho regresa al undécimo párrafo. Por lo tanto, no hay un orden en
los hechos.
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