Comprensión Lectora Texto 3 Nombramiento docente 2018
Una
característica de nuestros tiempos es la fe en el mercado como mecanismo para
la asignación de bienes y servicios. El motor de la libre competencia induce a
la innovación, a la mejora continua y a la eficiencia en el uso de los
recursos. Todo esto redunda en avances en la productividad. Con estos
argumentos, el Estado redujo su participación activa en los mercados en las
últimas décadas. Los resultados han sido positivos en múltiples áreas.
El fervor ha
llevado a muchos a creer que cada vez más ámbitos de intercambio social pueden
beneficiarse con la llegada de la libre competencia. Un ejemplo es la
educación, en la que el Estado ha tenido algunos resultados desalentadores.
Pero aquí es donde el entusiasmo por la libre competencia induce al error.
Querer mejorar la educación desde esta perspectiva es ignorar que el servicio
educativo tiene muchas particularidades. Es muy diferente a un servicio
comercial típico en el que se realizan transacciones en libre competencia.
Fundamentaré esta idea realizando una comparación entre el servicio educativo y
un servicio típico, como el que se ofrece en un restaurante.
En primer
lugar, existe una diferencia relacionada con la disponibilidad de información
sobre la calidad del servicio. Los comensales pueden informarse fácilmente
sobre la calidad de los restaurantes. Las características de un buen restaurante
son conocidas (calidad de los ingredientes, higiene, etc.). Pero con la
educación sucede algo distinto. Una parte de la calidad puede observarse y
medirse (aprendizajes curriculares en lengua y matemáticas, por ejemplo), pero
también hay una parte fundamental que no es fácil de medir (como los
aprendizajes referidos a las habilidades socioemocionales, valores y
actitudes). Además, la información sobre la calidad educativa es mucho más
compleja de interpretar para aquellos hogares menos favorecidos (personas que
viven en condición de pobreza o no escolarizadas).
En segundo
lugar, encontramos una diferencia en el tiempo que toma conocer los resultados
del servicio. Apenas sale de un restaurante, un comensal tiene una idea
bastante clara de la calidad del servicio que recibió. En educación, en cambio,
los resultados del servicio se conocen mucho después de que se ha decidido
optar por él. Una parte de la calidad se revela inmediatamente, pero parte de
ella (quizá la más significativa) en el futuro. Si un colegio no hizo un buen
trabajo preparando a sus estudiantes para enfrentar sus vidas universitarias o
profesionales, ellos no podrán identificarlo sino cuando sea tarde. O, visto de
manera positiva, el éxito de una institución educativa se refleja en el éxito
que logren alcanzar sus exalumnos. Así, es fácil caer en cuenta de que las
buenas inversiones educativas necesitan un horizonte de largo plazo. Esto
último es difícil de compatibilizar con los horizontes de las inversiones con
fines de lucro.
En tercer
lugar, observamos una diferencia con relación al rol del consumidor en el
resultado del servicio. El que un restaurante sea bueno o malo depende muy poco
de los paladares o del esfuerzo de los comensales. La provisión del servicio
educativo es muy diferente. El esfuerzo de los estudiantes –así como el de sus
padres y el de sus docentes– importa mucho. Y, en esa línea, los otros
consumidores también juegan un rol. Para el comensal de un restaurante estándar
poco importa si el sujeto de la mesa vecina prefiere arroz o papas fritas, o si
tiene ideas conservadoras o liberales. Para un comensal, ni el perfil ni las
preferencias de los otros comensales son relevantes para su propia experiencia
gastronómica. En la escuela, sin embargo, el resultado depende de los
estudiantes en conjunto, pues cada uno de ellos puede jugar un rol en el
aprendizaje de sus pares.
En cuarto
lugar, hay que considerar que el servicio educativo se contrata pocas veces. No
hay un aprendizaje basado en repetir frecuentemente la contratación de dicho
servicio. Por otro lado, en un período de diez años, un comensal se ha
preguntado muchas veces: “¿A qué restaurante debo ir?”. De esta manera, ha
ganado experiencia como tomador de decisiones. El comensal sabe qué factores
considerar y cómo sopesarlos para decidir. Esto le ha permitido aprender a
elegir. En ese mismo período, un padre no ha tomado muchas decisiones sobre la
elección de un colegio para su hijo. La contratación del servicio educativo,
debido a que es esporádica, da menos oportunidad para la repetición. Los padres
de familia son más propensos al error. Errores que cuestan caro.
Una
consideración final es la equidad. Por una variedad de razones, los niños de
hogares pobres tienen más dificultades para el aprendizaje que los niños de
hogares más favorecidos. Educar a los primeros es más caro y, por eso, un país
debería asignar más recursos para la educación de los pobres. Sin embargo, los
mercados hacen exactamente lo contrario: asignan más recursos educativos a
aquellas escuelas donde hay mayor capacidad de pago.
Para que un
mercado de servicios educativos funcione adecuadamente, necesitamos regular
varios aspectos de nuestra realidad. Los riesgos de no hacerlo son grandes.
Mientras tanto, pensar que los sistemas educativos van a mejorar con mayor
participación privada es fe ciega. Sin duda, se trata de un tema que necesita
mucho debate sobre la base de razonamientos sesudos, no fervorosos.
Adaptado de https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/mercados-educacion-hugo-nopo-219411.
1.- Según el
autor, ¿por qué los “consumidores del servicio educativo” juegan un rol
importante en la provisión de dicho servicio?
a) Porque el
aprendizaje en la escuela depende en buena parte del esfuerzo de los
estudiantes y de cómo interactúan entre ellos.
b) Porque los
estudiantes que cuentan con mayores recursos económicos reciben un mejor
servicio educativo.
c) Porque la
eficiencia de una escuela se ve reflejada en el éxito que logren alcanzar sus
exalumnos.
2.- ¿Cuál de
las siguientes afirmaciones se puede concluir a partir de lo sostenido por el
autor?
a) Es sencillo
medir el desarrollo de las habilidades socioemocionales de los estudiantes.
b) El mercado se
encarga de asignar más recursos educativos en zonas menos favorecidas.
c) Evaluar la
calidad de una escuela es más complejo que evaluar la calidad de un
restaurante.
3.- Bárbara
leyó el texto y realizó la siguiente observación:
“El autor
utiliza varios ejes de comparación para contrastar el servicio que brinda una
escuela con el servicio ofrecido por un restaurante”.
¿Cuál de las
siguientes alternativas NO es uno de los “ejes de comparación” utilizados por
el autor?
a) La frecuencia
con la que se contrata el servicio.
b) El nivel de
innovación en la prestación del servicio.
c) El tiempo que
toma conocer los resultados del servicio.
4.- Según el
texto, ¿Cuál fue la razón principal por la que, en las últimas décadas, el
Estado redujo su participación activa en los mercados?
a) Porque las
decisiones del Estado relacionadas con el servicio educativo habían tenido resultados
desalentadores.
b) Porque el
motor de la libre competencia indujo a la mejora y al aumento de la
productividad en múltiples sectores.
c) Porque el
Estado debió concentrarse en aquellos mercados que tenían que ser regulados
para volverse eficientes.
5.- En este
texto, el autor se opone a la idea de que la libre competencia por sí sola
puede mejorar la educación. ¿Cuál es el argumento principal del autor para
defender su postura?
a) Las decisiones
ante la problemática del servicio educativo deben estar basadas en reflexiones
sesudas y no en actos de fe.
b) Existen
fuertes diferencias entre el servicio educativo y el servicio de comida con
relación a la disponibilidad y complejidad de la información sobre el servicio.
c) Las propuestas
de mejora del servicio educativo que se realizan desde la perspectiva de la
libre competencia ignoran las importantes particularidades que este servicio
tiene.